Este personaje, más bien feo y con menos gracia que una babosa, se metió en la TV chilena como tantos. Sin saber de fútbol, fue comentarista. Sin saber bailar, bailó en un programa para bobos. Sin ser periodista, lideró el programa de noticias matinal de un canal privado. Se casó con mujeres atractivas y tuvo romances con otras por las cuales debió pagar mucho dinero, vivió a lo rico, pero debiéndole dinero a todos. Se escapó de Chile, estafando al Servicio de Impuestos Internos, a sus amigos y a su mujer. Se dice que la deuda total superaría los 300 millones de pesos.

Se dijo que en su huída había recalado en Isarel, para vivir en un Kibutz, en medio de la más completa austeridad, sacrificio y carencias, una especie de autoimpuesta flagelación por los males arrastrados. Sin embargo, hace pocos días se le vió en un prestigioso hotel de Israel, disfrutando soleadas tardes de piscina y huyendo al saberse observado por una cámara fotográfica de un chileno que le reconoció.

Pero estos tipos vuelven. Regresará a Chile como tantos otros, llorando e inspirando lástima y lo peor, será acogido.