Ingrid Betancourt, criticada?
Cierto, nadie que no hubiera estado allí puede aseverar que Ingrid Betancourt no sufrió tratos que le llevaran a experimentar drásticos cambios en su personalidad, que ya no es la mujer que muchos esperaban ver una vez liberada, particularmente su esposo, Carlos Lecompte, a quien apenas abrazó en el mediático encuentro televisado a todo el mundo. Muchos son hoy los que levantan su voz en contra de esta mujer que estuvo 6 años secuestrada en medio de la selva, por las FARC.
Pocos saben lo que ella vivió allí, probablemente en condiciones deplorables o medianamente aceptables, pocos deben saber si fue o no abusada y si el hambre y el maltrato fueron compañeros constantes.
En una entrevista concedida a Larry King, Ingrid señaló que lo sucedido en la selva, se quede allá. Síntoma de algo, ciertamente, de que si lo vivido fue un horror, bien vale intentar el olvido y no manosearlo. Pero compañeras de cautiverio no resistieron las ofertas de editores por revelar hechos inéditos y, por cierto, conocer aspectos de la experiencia en la selva de la prisionera más famosa.
Así fue como Keith Stansell, Marc Gonsalves y Tom Howes, tres norteamericanos que vivieron junto a la colombiana la prisión en la selva, la calificaron de manipuladora y arpía, en su libro “Out of Captiviy” (Fuera de Cautiverio). La describen como una persona arrogante, autoritaria y manipuladora, que utilizaba a otros secuestrados para procurarse beneficios personales. El libro señala que la colombiana no compartía en partes iguales el alimento que recibían.
Ingrid Betancourt con esta parte de su vida, puede verse primero a una mujer luchadora, irreverente y de agresiva iniciativa por combatir la corrupción en el Congreso colombiano en la década del ’90. Luego, sufriendo el secuestro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, convirtiéndose en una especie de símbolo del flagelo. Su liberación, tras seis años de cautiverio selvático, sugirió a cada uno de los que observamos por TV el encuentro con sus familiares, que algo había ocurrido allí y que ansiosos esperábamos conocer. Claro, todo ser humano y sin excepción no podría seguir siendo el mismo luego de vivir semejante experiencia. Pero no fue así, ella determinó no hablar de aquello diciendo que lo sucedido allí, se quedaba allí. ¿Qué pasó entonces, fue un no querer abrir dolorosas heridas o bien hubo algo que era mejor ocultar?
El frío reencuentro con su esposo ya puso de manifiesto que algo había ocurrido. Posteriormente se sabría que Ingrid Betancourt en su tiempo de cautiverio tuvo un affaire con Luis Eladio Pérez, ex senador, también secuestrado por las Farc. La esposa de éste lo confirmó hace pocos días, señalando además que ha perdonado a su esposo la infidelidad y que juntos buscan con terapias para superarlo.
Pero Ingrid no da señales de arrepentimiento alguno, tal pareciera que lo sufrido justifica todos los hechos que puedan llegar a saberse. No sufre por ellos.
Entonces vuelve a la escena, recorre el mundo visitando sólo a grandes figuras mundiales y borra de un plumazo la imagen de aquella mujer - quizás sólo existente en nuestra mente - deseosa de regresar con los suyos y no volver a exponerse jamás a otra situación dolorosa. Muy por el contrario, asoma con mayor vehemencia pero como única, sin sombras que otrora fueran señeras en su misma ideología. Hoy no, es su tiempo, ella únicamente importa. Acaso, ¿como lo fuera en cautiverio?
La Betancourt, más allá de todo y nada, más allá de olvidarse de quienes lucharon por su liberación como fuera el caso de Nöel Saez, ex cónsul francés en Bogotá, que debió negociar con las Farcs la libertad de ella y de los otros prisioneros, arriesgando su propia vida en encuentros con las guerrillas. El la llama ingrata, por olvidarse de los pequeños, de quienes pusieron mucho en riesgo por esta liberación. Más allá de todo eso, Betancourt es una política, una persona que busca otras cosas, cosas de políticos y si bien con esto no estoy en el derecho ni menos facultado a sepultar a nadie, los políticos son seres especiales, raros, algunos que rayan provenir de otra raza, otra clase, una estirpe diferente.
Como descarga, valga señalar que Ingrid es un mujer con agallas, valerosa y si para ella como política el fin justifica los medios, cada quien deberá sacar sus conclusiones. Pero también podemos estar tan equivocados como aquel episodio de las imágenes en bikini en una playa de Miami, en compañía de un hombre que, finalmente, resultó ser un primo. Quizás también debiéramos desatender las entrevistas y fotos de su esposo que clama abandono, pero que también se sabe lucró con la situación cuando Ingrid estaba en la selva.
Como sea, hoy y para todos, la vida transcurre en distintas términos y direcciones. Hoy Ingrid Betancourt está inmersa en un mar de críticas y ataques de quienes fueron sus compañeros de lucha en la selva. ¿Deberá entonces echar mano a toda esa fortaleza que quizás se encuentre adormilada para salir en su defensa y desmentir todo? o bien ¿aguardar el mejor momento, para asestar con un golpe conciencias o envidias, como política que es?
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